jueves, 29 de marzo de 2012

LOS VACIOS INTERNOS



Pues que les diré, luego de tanto tiempo, el preciado y esquivo bien de la inspiración me ha vuelto. El día de hoy vengo a tocar un tema una tanto complicado por las implicaciones que tiene, pues se complica debido a que seguramente irá en contra de la corriente actual.

Hablar de vacíos, es hablar de carencias, y al hablar de carencias, hablamos de partes de nosotros si no incompletas, que no se completaron de la mejor manera. Esta carencia puede estar en lo más recóndito de nuestro inconsciente, o ser plenamente consciente para nosotros, pero valiéndonos de los numerosos mecanismos de defensa, hacemos como que no la vemos, pasa a ser el gran elefante rosa detrás de una lámpara que nadie quiere ver, diría una mi amiga.

Pero vamos por parte, no nos adelantemos demasiado, los vacíos los vemos en nuestro en torno bajo la forma de adicciones -sexo, alcohol, drogas, religiones-, abandonos, depresiones, baja autoestima, y ahí nos detenemos por el momento, pues vamos a tratar de ahondar en lo que acabo de exponer. Las adicciones son una muestra del vacío que tenemos pues intentamos cubrirlo con algo que nos llena, que nos satisface, que nos "saca" de nuestra realidad, de nuestro día a día y que nos hace sentir bien. En este punto es donde creo está la polémica del post, pues ¿Poner a la religión como una adicción? Si, precisamente, muchas personas se escudan en Dios, o en las cosas de Dios, para salirse de la realidad, para crear un mundo paralelo en el que se sienten mejor y en el que seguramente se vuelven otras personas y trascienden las barreras sociales. Muestra de ello es el actual "Evangelio de la Prosperidad".

Sin embargo, mi intención no es la de exponer como se originan esas carencias o vacíos, o crear polémica, sino como nos afectan en nuestro diario vivir. Hoy en día, debido al avance del imaginario capitalista, tenemos que las características deseadas en el hombre o la mujer actual son -algunas más, algunas menos-: guapo, saludable, fuerte, competitivo, rápido, agresivo, ambicioso, acaudalado, capaz de todo, sabio, egoísta... Y así la lista de descriptivos puede hacerse enorme, pero este listado carecería de todo sentido si no fuera por una sola cosa: hoy en día valoramos más el TENER que el SER, por lo que tenemos por ahí a niños o adolescentes que se están deprimiendo o están frustrados porque no "TIENEN" los que según ellos "MERECEN" o "DEBEN TENER", en este punto, se une peligrosamente una característica muy actual, la irresponsabilidad. Entonces, al ya no ser yo responsable de mi vida, pasa a estar gobernada por fuerzas externas y me encuentro en el papel de víctima, entonces tenemos que las familias o las parejas se separan porque "hay un espíritu de discordia", que los hombres somos mujeriegos porque "tenemos un espíritu de seducción"... Y más peligrosamente, se pierde el control de la vida porque todo pasa a suceder "SI DIOS QUIERE", no quiero parecer irrespetuoso o altisonante, pero Dios no gobierna mi vida, la gobierno yo con mi libre albedrío, si no, que sentido tiene el libre albedrío?

Estamos inmersos en una cultura en la que yo no soy el responsable de nada, la "CULPA" siempre es del otro, el dedo acusador apunta en cualquier dirección, menos en la mía, que si llego tarde a alguna cita es por el tráfico y no por mi falta de previsión de esas condiciones, que las cosas se cayeron por sí solas y no porque yo soy algo torpe y no me fijo, y así la lista se hace tan inmensa como lo quieran, pero junto con el avance el HOMBRE O MUJER INFALIBLE, avanza la irresponsabilidad, y precisamente esta combinación potencia el efecto de los vacíos internos, pues como ya tengo ese dejo de superhéroe, cuando las cosas no salen como yo quiero, me frustro y aún más, me deprimo y responsabilizo a los demás por mi fracaso, y esta no responsabilización -si me permiten el término- de las cosas que me suceden, impide mi crecimiento y me limita. 

Si, me limita, porque cada vez que caigo al suelo y me levanto, me hago más fuerte y crezco, me fortalezco y crezco porque me hago responsable de lo que me pasa, entonces me doy cuenta de mis fallas y procuro no cometerlas nuevamente. Pues para que las cosas que me pasan me pasen, yo contribuyo de sobremanera con mis decisiones o indecisiones, con mis conductas y pensamientos. 

Y mientras no asimilemos esto, las cosas seguirán empeorando como hoy en día...