sábado, 27 de agosto de 2011

LA AUTOESTIMA Y EL CAMBIO


Por lo general, la autoestima suele definirse como: “el conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es toda aquella percepción evaluativa de sí mismo”[1] Palabras más o palabras menos, las definiciones de la autoestima se circunscriben a agrupar los procesos mentales dirigidos exclusivamente a la evaluación personal, la autoestima es de suma importancia para nosotros mismos por el hecho que condiciona nuestro pensar, sentir y actuar; y precisamente por esto, afecta la manera como nos manifestamos a nuestros semejantes en el trabajo, estudio, vecindario… En fin, en todo ámbito en el que nos relacionemos con personas.

            Tan simple como esta afirmación, la autoestima engloba un cúmulo de introyectos adquiridos a lo largo de la vida, que nos favorecen para el éxito o nos hunden en las profundidades de nuestro ser. El adquirir la autoestima es un proceso dinámico que inicia incluso antes de nuestro nacimiento, pues el que nuestros papás nos hagan sentir una criatura planeada, deseada y aceptada va a configurar en nosotros el andamiaje necesario para la construcción de una autoestima saludable, proceso que pasa por el Autoconocimiento, El Autoconcepto, la Autoaceptación, el Autorespeto y la Autoconfianza (Figura 1).



Figura 1, Escalera de la Autoestima

Sin embargo, en este complicado viaje de la construcción de la autoestima a veces nos quedamos estancados en alguna de las etapas y por ende no podemos adquirir los insumos de las siguientes, por lo que nuestra autoestima al estar incompleta carece del soporte y la firmeza necesaria para afrontar con éxito el peligroso y salvaje mundo exterior. Y si no adquirimos todos los elementos de la autoestima antes de la edad adulta –y esto no significa que no puedan adquirirse durante ella, sino que solamente es más complicado por los paradigmas que manejamos como adultos-, el sentimiento de autoeficacia se ve comprometido por lo que todo aquello que es ajeno a nosotros y no podemos controlar y hace que las situaciones no se comporten de acuerdo a nuestras expectativas, desencadena peligrosos sentimientos como frustración, depresión, apatía y ausencia de confianza en nosotros mismos, corriendo el peligro de volvernos unos seres acomodados, que no intentan sobrepasar los límites.
        
El Cambio implica ruptura, caos, desorientación. Esto debido a que los humanos por naturaleza tendemos al equilibrio y lo peligros del equilibrio es que puede llevarnos al acomodamiento. De este modo, es que ante un proceso de cambio, es normal que enfrentemos resistencia, debido a que nuestras defensas habituales están en una “zona de confort” en la que cumpliendo con la ley del mínimo esfuerzo desarrollamos nuestras actividades cotidianas. Y esto no es porque las personas seamos malas o negativas, es porque el cambio representa una amenaza de pérdida, una posibilidad de que las cosas no sean como yo espero -o quiero- que sean.

Inmersa en este proceso de interacción entre el cambio y la persona se encuentra la autoestima. Si, la autoestima. Pues los cambios de todo tipo –y que amenazan nuestra tendencia al equilibrio o nuestra “zona de confort”- los aceptamos de una manera más sencilla si nuestra autoestima se encuentra cimentada sobre bases sólidas, bases firmes y hemos procurado construirla y desarrollarla a lo largo de nuestra existencia, no así cuando presentamos alguna carencia -o “agujero” como también suelo llamarle yo- o no hemos completado satisfactoriamente las etapas de la Autoestima, pues este cambio natural obrado en nuestro entorno se convierte en un peligro real e inminente y una severa amenaza a mi estabilidad e integridad como persona.

En serio es tan grave que amenaza mi estabilidad e integridad como persona? Tan severo es el proceso de cambio para una autoestima incompleta, dañada o mal cimentada? La respuesta para ambas preguntas es un SI rotundo, principalmente por el hecho que el cambio evade mis defensas, los constructos que me protegen del mundo hostil y exponen mis carencias y mi incompleto desarrollo ante los ojos de los demás, favoreciendo de este modo, el que yo mismo me sabotee y aborte cualquier iniciativa de mejora, pues al sacarme de mi ley del mínimo esfuerzo, atenta contra mi construcción y acomodación particular del mundo.  

Por lo expuesto anteriormente, es de suma importancia que nosotros nos preocupemos  y comprometamos a favorecer el progreso integral de nuestros semejantes, de todas las personas que nos rodean; incluyendo acciones que los provean a ellos por un lado de los insumos necesarios para el desarrollo de la autoestima, y por el otro apuntalen y den solidez a aquellos que ya han adquirido; esto con el fin de no entorpecer ni atrasar el continuo proceso de cambio que es una constante en nuestro mundo personal.


[1] José-Vicente Bonet. Sé amigo de ti mismo: manual de autoestima. 2007. Ed. Sal Terrae.
[2]  Anderson A.H. y Barker D. (2006) Effective Enterprise and Change Management. Blackwell Publishers Ltd.