martes, 24 de mayo de 2011

LUCHAS INTERNAS PERDIDAS



Imaginemos por un momento el Sitio de Leningrado en 1941, Segunda Guerra Mundial, Alemania intentando invadir la extinta Unión Soviética, un invierno de los más crudos que se habían visto en años, la cadena de suministros a punto de colapsar... La mesa estaba servida para un desastre, y lista la carnicería. Más de dos millones de muertos entre civiles y militares, eso si, esta cifra no incluye el número indeterminado de desaparecidos o a la multitud de heridos.

En nuestro interior tenemos un crisol inmenso en el que se fraguan a cada poco terribles batallas -como la que les comento del Sitio de Leningrado- que en muchas ocasiones no somos conscientes de ellas, pero esas luchas internas no se comparan con culaquiera que hayamos tenido la oportunidad de ver en una película, documental o leído en una crónica, por cruenta que esta sea. Y esto es debido a que en ninguna de esas batallas descritas con anterioridad somos partícipes, en esas luchas que ocurren en nuestro interior somos los protagonistas y los principales afectados o beneficiados.

La vida en si es una lucha, desde nuestra concepción comienza nuestra lucha y termina con la muerte, que no es que perdamos en la batalla por la vida, sino creo que con la muerte inicia otro tipo de lucha que no conozco... Sin embargo, a pesar que durante toda la vida nos la pasamos luchando, muchas veces no aprendemos a luchar, o peor aún, no aprendemos a ser guerreros y rehuímos de la lucha, apredemos pronto a jugar el papel de víctima y pretendemos que nuestras luchas sean peleadas por otro...

Las luchas que suceden en nuestro interior aparecen de las más diversas formas -intentos de cambiar, de olvidar, dietas, enfermedades, tentaciones...- y muchas veces exigen demasiada energía, al punto que nos desconcentran de lo importante y se quedan dando vueltas en nuestro interior. Cada lucha que ganamos incrementa nuestra fuerza y nuestra confianza, nos ayuda en el camino de nuestra progresión, esa pequeña victoria muchas veces pasa desapercibida, pero si que nos ayuda; pero... A veces hay luchas que no se ganan, y qué pasa con ellas? Ellas lesionan severamente nuestra integridad psíquica, a tal punto son sus terribles efectos que se manifiesta bajo la forma de depresión, infravaloración, imagen distorsionada de uno mismo y el más temible de sus efectos: crea un registro de IMPOTENCIA en nosotros. Y lo peor de este registro de impotencia es que muchas veces nos condiciona a tal punto que no volvemos a ponerlo a prueba.

Junto a esta IMPOTENCIA generada, concurren los DEMONIOS INTERNOS a los que hiciera alusión con anterioridad y contribuyen a magnificar -como si se tratara de un lente de aumento- nuestra percepción y el dolor por la derrota que nos infringieron. Es por ello que esta IMPOTENCIA que sentimos cuando perdemos alguna de nuestras luchas internas tiene efectos devastadores en nosotros, nos encierra en una burbuja que impide el contacto con la realidad, es normal que nuestra estructura psíquica y nuestro organismo tiendan a alejarse de lo que nos es dañino, pero esa evitación derivada de la impotencia nos hace cobardes, nos hace apocados, nos aleja de el camino de nuestra progresión como personas. 

Tristemente esa es la realidad, los efectos de una lucha interna perdida son más sensibles en nosotros que los de una lucha ganada...

martes, 17 de mayo de 2011

EL CENTRO DEL UNIVERSO


A lo largo de la Historia, diversas personas y culturas intentaron establecer el centro del universo, de ahí que Nicolás Copérnico en el siglo XVI, en pleno Renacimiento haya postulado la polémica teoría heliocéntrica y anteriormente a el, desde la antigüedad, se tenía la teoría geocéntrica. Y con el título, no pretendo ni cuestionar los postulados ni establecer o no su validez, sino pretendo introducir mi visión particular.

Es que simplemente a mi criterio, el centro del universo es cada uno de nosotros, si, cada uno de nosotros es el centro del universo desde su propia perspectiva, o dicho de otro modo, cada uno de nosotros es el centro de "su" universo personal, pues partiendo del supuesto que la persona más importante del mundo soy yo, esto es lo que me ubica en el centro de "mi" universo. Hay quienes consideran este postulado como egoísta, pues no conciben que yo sea más importante que Dios, que mis padres o cualquier otra persona... 

Sin embargo, no pretendo ni polemizar ni decir que se equivocan, sino simplemente deseo acotar que si algo o alguien es más importante que yo, entonces mi energía procurará el bienestar de ese algo o alguien a quien yo considero más importante, por lo que yo paso a un segundo o tercer plano, y si esto me sucede, procuro satisfacer las necesidades de otros antes que las mías, lo cual es la raíz de muchos pensamientos y sentimientos negativos que experimentamos a diario.

Al ser el centro de "mi" universo, me responsabilizo de mí mismo, procuro mi bienestar y evolución como persona, me comporto de manera madura al identificar y reconocer como mías las necesidades, sentimientos, pensamientos o emociones que surgen en mi interior y responder en consecuencia y sintonía con ellas. Cuando todo gira a mi alrededor, me concedo una importancia tal que me confiere la potestad de decidir por mí mismo, de dejar de se influenciado por los "debes" que me impone la sociedad y los demás, de ser AUTODEPENDIENTE. 

Y al ser AUTODEPENDIENTE, doy un paso adelante en mi progresión como persona, es un gran avance en mi historia personal porque reconozco la influencia que tengo en el medio que me rodea y como esta influencia me es devuelta, porque para que las cosas que me pasan me pasen, yo tengo que contribuir de alguna manera, con mis decisiones, acciones, omisiones...

Sin embargo, al ser el centro de "mi" universo, algunas personas pueden sentirse desplazadas, heridas, ignoradas, o simplemente no tenidas en cuenta, es el precio que hay que pagar por responsabilizarme de mí, pero así como hay personas que se alejan de mí, habrán muchas otras que entren a mi vida, otras que también reconocen ser el centro de "su" universo y que no pretenden volverse el centro de "mi" universo, ni permitirán que yo me vuelva el centro de "su" universo. Pues al ser responsables de nosotros mismos, actuamos en consecuencia... Y permitimos que las cosas sucedan o no, luchamos por nosotros mismos y defendemos nuestro lugar primordial en el centro de nuestro universo.

domingo, 8 de mayo de 2011

CONFIANZA

La confianza vista desde afuera, es una esperanza o una seguridad que las cosas van a ser de una manera determinada. A todas luces, es un peligro para nosotros si atendemos a la definición que dio de ella Baltazar Gracián: "La confianza es madre del descuido." El confiar hace relajar nuestros controles, hace que dejemos de poner atención, pues esperamos que "seguramente" las cosas van a ser de tal o cual manera. Y como lo comentaba en un post anterior, el esperar que las cosas sean como uno quiere o desea, puede provocarnos frustraciones.

No obstante, deseo referirme a la Confianza desde el interior, a la construcción que hacemos nosotros como producto del conocimiento, de nuestras propias fortalezas y debilidades, cualidades, limitaciones... Este conocimiento se construye desde nuestra niñez y se asienta en la adolescencia si tenemos un ambiente familiar favorable y que propicia la experimentación y el descubrimiento; pero si no logramos esa construcción durante nuestra niñez y adolescencia, de adultos sufriremos su carencia y nos amenazará severamente la estabilidad del Yo como constructo de ajuste a la realidad. A mi parecer, la falta de confianza se deriva de la ignorancia y del temor. Como toda carencia, la falta de confianza es una rémora para nuestra progresión como personas, pues nos impide experimentar cosas nuevas y enriquecedoras. Por eso considero que es derivada de la ignorancia y del temor, porque nos limita, nos ata a lo que tenemos ahora, nos impide el cambio...

A confiar en uno mismo se aprende, y como todo proceso de aprendizaje, no se da de la noche a la mañana, es progresivo, acumulativo, sumativo y formativo; pero no por eso exento de problemas y sufrimientos. Confiar en uno mismo exige autoconocimiento y conocerse a uno mismo es doloroso, pues es ir a lo más recóndito de nuestro inconsciente para hacerlo consciente y reconocer su existencia, no negarla; pues si está en el inconsciente es porque por alguna razón ha estado bloqueado, se ha intentado ocultar bajo toneladas de nuevos recuerdos y experiencias que intentan convencernos que eso que permanece bloqueado así debe estar, pues es lo "adecuado" o lo "mejor" para nosotros, pues recordemos que el Yo intenta mantenernos adecuados a la realidad y busca evitarnos daño...

Precisamente este conocimiento que duele, es el mejor camino para confiar en nosotros mismos, pues al conocer de lo que somos y no somos capaces, nos permite tomar retos al alcance de nuestras limitaciones, para a partir de ellos, tomar otros mayores; por otra parte, este conocimiento nos evita el dolor que producen las frustraciones. La confianza se construye como una escalera, vamos de un nivel inferior a uno superior, vamos superando las pruebas que nos presenta la vida y cada una que logramos superar, es como una inyección de moral y autoestima, lo que redunda en nuestra autoconfianza y nos permite sentirnos competentes para realizar algo... Y al sentirnos competentes para hacer algo lo hacemos de manera sencilla, simple, confiados, lo que alimenta nuevamente nuestra autoconfianza, funciona como un círculo de refuerzo -si me permiten introducir la figura- que hace que cada vez confiemos más en nosotros y nos atrevamos a ir en pos de cosas nuevas...

Finalmente, quiero dejarles una frase para la reflexión:  "Nadie que confía en sí, envidia la virtud del otro". Cicerón

domingo, 1 de mayo de 2011

JUAN PABLO II EN GUATEMALA, FEBRERO 1996

El día de hoy, les traigo una vivencia personal, un recuerdo de los más maravillosos que atesoro en mi memoria, la larga historia de lo acontecido en 1996 cuando Juan Pablo II vino por segunda vez a Guatemala.
Corría el año de 1996, concretamente en el mes de febrero de aquel lejano 1996, cuando con varios compañeros del Colegio tuvimos la dicha de asistir a la Santa Misa que dió el hoy beato Juan Pablo II, que en ese entonces era el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, dicha celebración tuvo lugar en un lugar conocido como"Valle de María". 

Recuerdo ese viaje como si hubiera sido el día de ayer, a pesar que han pasado quince años de entonces, los recuerdos siguen vivos en mi memoria. Recuerdo que nos instalamos en un Turicentro que distaba aproximadamente una hora caminando del Valle de María, y como cosa rara, hacía mucho frío, lluvia y mucho viento por lo que no íbamos preparados del todo para las inclemencias que el tiempo nos presentaba. La tarde que llegamos estaba lloviendo un tanto recio, nos instalamos en un salón grande del Turicentro que supongo habrá sido el Comedor... Pues no tenía paredes y tenía bastantes mesas y bancas. Nada más instalarnos, la lluvia cedió un poco y para variar un poco, nos pusimos a jugar fútbol en una de las numerosas áreas verdes del lugar, junto a un río. En esas estábamos divirtiéndonos cuando el juego degeneró a lo que en Guatemala conocemos como "cochifútbol" que no es sino fútbol sin reglas, en el que está permitido cometer cualquier tipo de falta con tal de hacerse con la pelota... 

Así estuvimos por espacio de una hora más o menos -en ese tiempo ese era poco tiempo para jugar, pero ahora...- porque oscureció y nos llamaron a cenar. Luego de eso, nos retiramos a dormir y eso fue lo que menos hicimos, nos pusimos a molestar, los que fumaban se fueron a fumar y nosotros, nosotros nos fuimos a platicar en uno de los bancos de arena del río...

Al día siguiente, fuimos de tour por el pueblo de Esquipulas, fuimos a la Basílica y luego nos 
llevaron a conocer el Valle de María, que distaba como a hora y media caminando desde el pueblo; no me imaginaba yo la sorpresa que me esperaba esa tarde en ese lugar... :) Ubicamos un lugar cerca del altar en el que nos instalaríamos la mañana siguiente para la Celebración de la Santa Misa, estando en esas, como suele sucederme, me aburrí rápido, y junto a Luis Enrique Luján un excompañero del Colegio, nos fuimos a vagar y a ver las alfombras. En una de esas vueltas por las calles y avenidas acondicionadas en el lugar para el paso del Papamóvil, nos enteramos que existía la "Comisión de Alfombras", que se iba a encargar de vigilar que la gente no se pasara encima de las alfombras, y que esta gente iba a estar hasta adelante, justo por donde pasaría el Papamóvil. Consultamos sobre los requisitos para pertenecer a esa Comisión y la persona a la que preguntamos -que era el encargado y quien estaba repartiendo los gafetes- nos respondió que con una fotografía bastaba, que nos hacían el gafete con nuestro nombre, y listo. Con Luján nos buscamos en la billetera y no teníamos fotos, pero le dijimos que regresábamos en breve con la foto, que la íbamos a traer. 

Cuando nos alejamos, pensábamos dónde conseguríamos la dichosa fotografía, se nos ocurrió ir al pueblo, pero por la hora seguro no llegábamos antes del cierre, y en caso llegáramos, qué certeza teníamos que nos las entregaran el mismo día? Dando vueltas en nuestra cabeza, cuando yo veo un carro de Quick Photo y corriendo nos acercamos a preguntar si nos podrían tomar la Fotografía que necesitábamos, extrañados, los que estaban dentro dijeron que si las podían tomar, que nos daban cuatro fotos en una hora por Q. 24.00 pero que necesitábamos al menos a diez personas más para que no se desperdiciara el rollo. Regresamos a ubicar a nuestros demás compañeros y les dijimos de la comisión y las fotos y no se imaginan la fila que se hizo para las fotos, pues la voz se corrió. En eso recordé que mi hermana mayor estaba com oa 15 minutos corriendo de ese lugar y fuimos con Luján a buscarla. 

Toqué la puerta de donde ella estaba, pregunté por ella y cuando salió le dije: Venite ahorita conmigo, no me preguntés, en el camino te explico, pero vení ahora. No se que habrá dicho ella, pero salió junto con Jimena De Aguirre y corrimos de nuevo a que ellas se
tomaran las fotos. durante la espere, por el frío que había, vi que mi hermana estaba con frío, por lo que haciendo acopio de valor, le cedí mi sudadero diciéndole que no tenía frío, y créanlo o no, al darle mi sudadero se me quitó el frío. Luego de una tensa espera, las fotos nos las fueron dando luego de las 19:00 horas, fuimos a buscar a la persona de la comisión de alfombras y nos hicieron nuestro gafete, pero cuando le consulté por el de mi hermana y su amiga, me dijo: Lo siento, no tengo más en blanco, solamente dos que ya tienen nombre pero no vinieron por ellos. Yo le respondí que no importaba, que nos los diera tomando en cuenta que con Luján le habíamos llevado como a 30 personas para cuidar las alfombras... Se sonrió y nos los dio.Luego de eso, fuimos a dejar a mi hermana a su campamento, y cuando nos despedimos alcancé a escuchar que les dijeron que ya era tarde, que estaban preocupadas por ellas y eso... Pero todavía nos hacía falta casi una hora para llegar a nuestro destino, tomamos la decisión de atravezarnos unos potreros para acortar camino, mala decisión pues había un lodazal... Llegamos a nuestro Turicentro como a eso de las 21:00 horas, cansados de tanto caminar y hambrientos, igual nos regañaron porque estaba preocupados y porque hacía rato que todos habían llegado, y nadie sabía nada de nosotros dos, como no avisamos...

Esa noche casi no dormimos de la emoción de ver de nuevo al Papa Juan Pablo II a la 1 de la madrugada nos despertaron para ir a bañarnos porque a las 2 salíamos para el Valle de María a instalarnos en el lugar elegido. Con un frío de la gran diabla nos bañamos y salimos tan pronto pudimos, caminamos por espacio de una hora hasta el lugar y nos instalamos en el lugar seleccionado la tarde anterior, nos acostamos en el suelo sobre las mochilas y a eso de las 3 y media de la madrugada, ocupábamos un espacio de aproximadamente 10 por 10 metros, en ese momento, algunos aprovecharon para dormir otro rato y otros elegimos ir a caminar. Cuando volvimos a eso de las 6:45 de la mañana, ocupábamos un rectángulo de 5 por 2 metros aproximadamente, era tal la cantidad de gente, que presionando había compactado el espacio de nosotros. Desde esa hora ya no me metí en nuestro espacio, estuve en la avenida frente a nosotros viendo la alfombra y esperando la Santa Misa, la cual debería iniciar a las 10:00, pero por las condiciones del clima el helicóptero que transportaba a Juan Pablo II tuvo que aterrizar en Chiquimula y de ahí continuar el viaje en avioneta, la cual aterrizó cerca de las 10:30 horas. No pude ver a que distancia estaba la avioneta, pues le gente me lo impidió, pero unos 20 minutos luego de verla pasar frente a mí, con mucha alegría y el corazón latiendo de prisa por la emoción pude ver que se acercaba el Papamóvil con Juan Pablo II en su interior, y gritando la conocida porra: Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo! hasta quedarme sin voz, tuve la dicha de verlo a menos de un metro y medio de distancia, pude seguirlo de cerca cuando subió a la plataforma en la que estaba el altar y verlo durante toda la Santa Misa que duró casi las dos horas, recuerdo que en la Homilía, el Papa se quejó por el frío y el viento y agradeció que estuviéramos presentes. El resto de la Misa transcurrió sin siquiera darme cuenta, mi mente y cuerpo estaban procesando la dicha de ver a Juan Pablo Segundo tan cerca de mí, de escucharlo en vivo!!!!!

Al finalizar la Santa Misa y retirarse, nuevamente tuve la dicha de volver a ver a Juan Pablo II cerquita, y curiosamente las dos veces que pasó frente a mí, saludó con la cara hacia el lado en que yo estaba... No se imaginan la alegría que me invadió y la presencia que tenía ese hombre, inspiraba una paz y un respeto...

Hoy, a más de quince años de eso, celebramos con dicha la Beatificación del Santo Padre Juan Pablo Segundo, y vuele a mi mente: Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo!además estoy seguro que nunca, nunca volverá a haber un Papa con esa presencia y esa inspiración que Karol Wojtyla irradiaba... Y que probablemente nunca volveré a vivir una experiencia como la que les acabo de contar.